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26.12.10

La Gestion del Riesgo y la Educacion


Las primeras crónicas de desastres datan del siglo XVI y desde ese momento, la forma en que la población y las autoridades han actuado frente a las emergencias ha entrañado una combinación de improvisada generosidad Ocurría un desastre importante y sus efectos se iban olvidando con el paso de los años hasta que nuevamente la naturaleza mostraba su cara tenebrosa y la gente se veía obligada a sumergirse en la acción, como si las actividades meramente físicas de desenterrar de entre los escombros a muertos y heridos, ayudar a los vecinos a reconstruir y plantar de nuevo los campos, fuese lo único por llevar a cabo. seria cuestión de tiempo hasta que la adversidad llamara a la puerta y hubiera que enfrentar un próximo desastre.

La realidad muestra que esta era la manera como se manejaban los desastres en las Américas hasta los primeros años de la década de los setenta. La mayor parte de las veces el socorro se prestó con mucha generosidad y solidaridad, pero adoptando medidas improvisadas y poco coordinadas, con lo que se presentaron problemas de competencia entre sectores y adicionalmente una respuesta internacional de ayuda que no era la más apropiada técnicamente o la mas sensible culturalmente. Esta respuesta o fase de socorro que incluía la rehabilitación y reconstrucción inmediata, cada vez se hizo mas frecuente y mas compleja debido al crecimiento de la población expuesta al riesgo y a la dependencia en aumento de la sociedad respecto a servicios indispensables como agua, electricidad, comunicaciones, carreteras y puertos.

Estas experiencias traumáticas mostraron a los países la necesidad de organizarse con el fin de responder mejor a los diferentes problemas que generalmente acompañan a un desastre, es decir: rescatar a los sobrevivientes, atender a los heridos, apagar los incendios y controlar los escapes de sustancias peligrosas, brindar albergue, agua y alimentación a los damnificados, evacuar a las personas a lugares más seguros, establecer comunicaciones, resguardar la seguridad y el orden público, e identificar y disponer de los cadáveres, entre otros.

Actualmente, el mundo tiene a su disposición una gran cantidad de conocimiento e información en materia de reducción de desastres; la clave es compartirlos y utilizarlos de forma productiva mediante el incremento de la conciencia pública e iniciativas educativas, para que la gente tome decisiones bien fundadas y lleve a cabo acciones que garanticen su resiliencia frente a los desastres. Para reducir el riesgo y la vulnerabilidad ante los desastres, la gente necesita comprender cómo protegerse a sí misma, conocer sus propiedades y sus fuentes de sustento de la mejor forma posible. Hay que partir de la premisa de que “la Prevención somos TODOS” sin esperar que algún representante de algún organismo venga a decirnos, repetidas veces, como debemos proteger nuestras casas de un posible Fenómeno El Niño, inundación o Terremoto, sino más bien que la MOTIVACION, la Educación y el estímulo nos hagan descubrir que existe riesgo y que debo reducirlo. De abajo, hacia arriba, y transversalmente, debidamente asesorados, guiadas adecuadamente, informados y comunicados aportando ideas, creatividad y nuevos enfoques. La Participación ciudadana no será efectiva si no auditan de forma inteligente los componentes de MISION y VISION, VALORES, IDENTIDAD, cultura, comunicación externa e interna. Relaciones INTERINSTITUCIONALES, relaciones con la comunidad.

Para trabajar más intensamente en la reducción de la vulnerabilidad ante los Desastres nuestras instituciones deben ahora revisar la FUNCIONABILIDAD de estos componentes y gestar, un verdadero cambio cultural organizacional. Ahora, cada organismo del estado, cada empresa, cada ONG deberá preguntarse como (¿?), el término de PREVENCION, y estas nuevas actitudes nacerán desde la base, desde las personas, desde los sectores, desde el pueblo, desde la necesidad de NO ser sólo el “Porcentaje”, el “Segmento” el “damnificado” entre otras denominaciones por el estilo. Ahora viene algo nuevo ante las nuevas amenazas, un nuevo modo de ver la seguridad y hacerla realidad, entre todos.

Trabajar unidos, más allá de cualquier diferencia, será un homenaje a la vida, un respeto a la vida, ahora que nuestra humanidad toda está profundamente herida y que necesita ver alguna luz para aferrarse a la esperanza. Ojalá que podamos colaborar para el cambio, con todas las fuerzas de nuestro corazón, cada uno en su hogar, en su vecindad, distrito, provincia o región, cada uno en su lugar de trabajo.

La educación para la reducción del riesgo de los desastres es un proceso interactivo de aprendizaje mutuo entre el pueblo y las instituciones. Esta educación abarca mucho más que la educación formal en las escuelas y universidades, e incluye el reconocimiento y utilización de la sabiduría tradicional y el conocimiento local para protegerse de las amenazas naturales.

La educación se transmite a través de la experiencia, las disposiciones de aprendizaje ya establecidas, la tecnología de la información, la capacitación de personal, los medios de comunicación electrónicos e impresos, y otros medios que faciliten compartir la información y el conocimiento con ciudadanos, profesionales, organizaciones y forjadores de políticas, entre toda una gama de sectores comunitarios.

La educación es un medio esencial dentro de las comunidades locales en todo el mundo para comunicar, motivar y permitir la participación, al igual que para instruir. La conciencia pública y el aprendizaje sobre los riesgos y amenazas deben iniciar en las etapas tempranas de la educación y continuar por generaciones.