Caso práctico: Haití
por Andrew Thow*
Los servicios climáticos son
fundamentales para respaldar el esfuerzo de Haití de reconstruir el país, tras las
devastadoras consecuencias del terremoto que tuvo lugar a principios de este
año.
35
segundos de devastación, decenios de vulnerabilidad
El terremoto que golpeó Haití el 12 de
enero de 2010 fue el más fuerte de los últimos 200 años. Alcanzó los 7,0 grados
en la escala de Richter, y se prolongó durante 35 segundos; y lo que quedó
después de ese breve lapso de tiempo era un país diferente, transformado por un
desastre de una escala y complejidad casi sin precedentes.
Cerca de un tercio de la población (alrededor
de 3 millones de personas) se vio afectada: más de 230 000 personas perdieron
la vida y otras 300 000 quedaron heridas. El terremoto azotó la capital y el
corazón económico de Haití, Puerto Príncipe, y destruyó cientos de miles de
hogares en la ciudad y en otros lugares.
Hubo 1,3 millones de personas que tuvieron
que buscar refugio en poblados improvisados en la capital y en sus alrededores,
mientras que medio millón más recurrió a sus familiares y amigos en otras
partes del país. Los daños y las pérdidas económicas derivadas del terremoto se
calculan en 7 900 millones de dólares de EEUU, más del 120 por ciento del PIB
de Haitíen 2009.
No fue solo la violencia del
terremoto lo que acabó con la vida de tantos haitianos, sino también la pobreza
y vulnerabilidad permanentes de la población. A lo largo de su historia, la
sociedad haitiana ha luchado por planificar y gestionar los fenómenos meteorológicos
extremos que se producen con frecuencia, especialmente huracanes y
precipitaciones intensas. Aunque fue absolutamente devastador, el terremoto ha
brindado la oportunidad no solo de reconstruir el país, sino de “refundarlo”,
tal y como ha afirmado su presidente.
El
clima, vinculado a los retos de desarrollo de Haití
El clima tropical semiárido, los
huracanes frecuentes y el terreno montañoso de Haití se han combinado con la degradación
medioambiental, la inestabilidad política y la pobreza extrema. En este contexto, es comprensible que
la planificación de los riesgos climáticos haya sido históricamente baja.
La seguridad alimentaria es un asunto
que debe abordarse. Alrededor de dos tercios de la población haitiana trabajan en
la agricultura (principalmente en cultivos de subsistencia), aunque el sector
sólo representa un tercio del PIB. La agricultura es altamente vulnerable ante
los daños provocados por los frecuentes huracanes, crecidas
y corrimientos de tierras.
El terreno escarpado y montañoso limita
la disponibilidad de tierra para el cultivo y el regadío, y la producción local
suministra tan solo el 45 por ciento del consumo de alimentos en Haití. La
dependencia de la importación de alimentos hace que el país (especialmente sus
ciudadanos más pobres) sea muy vulnerable ante los incrementos en los precios
de los alimentos a nivel internacional.
La deforestación y la degradación medioambiental
empeoran la situación, provocando un aumento en el riesgo de inundación y de
corrimiento de tierras, del mismo modo que reduce la cohesión del suelo, por lo
que las tierras de labranza fértiles pueden perderse como consecuencia de la
erosión. Sólo se conserva el dos por ciento de la cubierta forestal original de
Haití, puesto que la mayor parte de la misma ha sido talada para obtener carbón
vegetal, madera de construcción y de cara a la agricultura.
Continuara......
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